
Bailes prohibidos en el México novohispano: censura, resistencia y mestizaje cultural
Urbano Tamez Rodríguez
El México novohispano de los siglos XVIII y XIX, fue un espacio donde el mestizaje cultural dio lugar a expresiones artísticas y sociales únicas, pero también a tensiones significativas entre las comunidades populares y las autoridades coloniales. Entre estas expresiones, los bailes populares como el chuchumbé, el pan de jarabe y el son gatuno fueron piezas importantes en la creación de las identidades de las clases populares, especialmente en regiones como Veracruz y Ciudad de México. Sin embargo, estos bailes fueron objeto de censura y represión por parte de las autoridades civiles y eclesiásticas, pues los consideraban deshonestos y contrarios a la moral católica.
El control sobre las expresiones culturales fue un mecanismo clave de la dominación colonial, ya que la prohibición de los bailes no solo buscaba regular los comportamientos individuales, sino también transformar y controlar las identidades colectivas de las comunidades indígenas, mestizas y afrodescendientes.
Este ensayo tiene como objetivo analizar el impacto de la prohibición a los bailes populares en la identidad de la población indígena, mestiza y afrodescendiente. La hipótesis central sostiene que, aunque estas prohibiciones buscaban controlar la moralidad y las costumbres de las clases populares, los bailes se mantuvieron como un acto de resistencia cultural, revelando la capacidad de las comunidades populares para preservar su identidad a pesar de la censura. Para abordar este análisis, se empleará el concepto de "colonización de lo imaginario", desarrollado por Serge Gruzinski [1] en La colonización de lo imaginario: Sociedades indígenas y occidentalización en el México español, siglos XVI-XVIII, de 1991. Este concepto explica cómo las autoridades coloniales moldearon las creencias y prácticas culturales de las comunidades bajo su dominio, imponiendo valores europeos que redefinieron la vida cotidiana [2]. En este sentido, los bailes prohibidos no solo fueron expresiones culturales, sino también actos de resistencia frente a la colonización cultural.
El análisis se apoyará en fuentes primarias, como los informes del Archivo General de la Nación (AGN) sobre la prohibición de estos bailes, y fuentes secundarias como la obra de Gabriel Saldívar [3] Historia de la música en México, de 1934. Este enfoque busca evidenciar cómo estas prohibiciones culturales moldearon identidad de las clases indígenas, haciendo que evolucionaran.
El mestizaje cultural en los bailes populares
Durante los siglos XVIII-XIX en la Nueva España, la vida cotidiana de las clases populares se vio afectada por profundas desigualdades sociales. Sin embargo, estas comunidades encontraron en la música y el baile una forma de proyectar su identidad cultural y compartirla colectivamente. Los bailes como el chuchumbé, los jarabes y los sones, emergieron como expresiones de un mestizaje que fusionaba ritmos africanos, tradiciones indígenas y formas europeas. Más allá de ser simples actos de entretenimiento, estas manifestaciones eran espacios donde las clases subalternas podían expresar su diversidad cultural y, al mismo tiempo, criticar las estructuras de poder colonial.
Los bailes abarcaban una amplia gama de estilos y variantes locales, cada una con características propias pero semejantes por su capacidad para mezclar elementos culturales diversos. El chuchumbé, de origen afrocaribeño, era conocido por sus movimientos enérgicos y sensuales. Asociado a comunidades afrodescendientes y marineros en Veracruz, implicaba movimientos rítmicos del torso, meneos y zarandeos que las autoridades religiosas consideraban deshonestos [4].
Los jarabes, surgidos a partir de influencias españolas como las seguidillas, se destacaban por su coreografía zapateada, acompañada de cambios rítmicos. Estos bailes combinaban movimientos individuales y en pareja, las cuales realizaban figuras y desplantes que a veces imitaban situaciones cotidianas o animales. Sus letras solían ser picantes y humorísticas [5].
Los sones se consolidaron como una expresión del mestizaje cultural. Su desarrollo partió de tradiciones españolas, pero adoptó elementos locales que variaban según la región. Los sones destacaban por su carácter dinámico, que permitía la improvisación tanto en la música como en el baile. Interpretados con instrumentos como la guitarra, la jarana y el arpa, se bailaban en pareja o en grupo y sus letras podían ser tanto narrativas como satíricas, reflejando temas de la vida cotidiana y crítica social [6].
Los espacios comunitarios, como las plazas y festividades populares, ofrecían un lugar para interpretar estos bailes. Aquí, las comunidades populares podían desarrollar su identidad mediante sus costumbre y tradiciones, así como también criticar las jerarquías coloniales que buscaban controlar su moralidad y expresiones culturales. En este contexto, bailes como el chuchumbé, el pan de jarabe y el son gatuno se convirtieron en manifestaciones culturales y de resistencia.
Censura colonial y control moral
La Iglesia y las autoridades coloniales consideraban que estos bailes, especialmente aquellas con movimientos corporales sugestivos y letras satíricas, representaban una amenaza al orden establecido. Serge Gruzinski explica este fenómeno mediante el concepto de “colonización de lo imaginario”, que describe cómo las instituciones coloniales buscaban transformar las creencias y prácticas culturales de las comunidades dominadas, imponiendo valores occidentales [7]. Esta estrategia incluyó la prohibición de ritos y expresiones populares que contradecían la moral cristiana.
El chuchumbé ejemplifica esta dinámica. Fray Nicolás Montero, en 1776, denuncia al Santo Oficio un baile “deshonesto”, que combinaba cantos satíricos, movimientos provocativos y una moda “diablesca” [8]. La censura no solo se dirigía a los movimientos, sino también a las letras de las canciones, cargadas de humor crítico.
Por ejemplo, algunos versos señalados por Saldívar ridiculizan al clero y cuestionan las normas religiosas:
“Que te puede dar un fraile
por mucho amor que te tenga:
un polvito de tabaco
y un responso cuando mueras”
“Por aquí pasó la muerte
con su aguja y su dedal,
preguntando de casa en casa:
hay trapos que remendar?”
“Al chuchumbé
de las doncellas,
ellas conmigo
y yo con ellas”
“Mi marido se murió
Dios en el cielo lo tiene
y lo tenga tan tenido
que acá jamás nunca vuelva" [9]
Estas letras no solo satirizaban a figuras de autoridad, sino que también reflejaban las tensiones sociales de la época, sirviendo como una herramienta de crítica.
El comisario de Veracruz, José María Lazo de la Vega, también reportó al Santo Oficio la interpretación del chuchumbé y el pan de jarabe en 1778, denunciando la difusión de estos cantos “poco honestos” en las festividades populares [10].
El pan de jarabe, por su parte, representaba un conjunto de ritmos y movimientos dinámicos, aunque su contenido era menos crítico que el del chuchumbé, sus letras humorísticas y pícaras también atrajeron la censura.
“Ya el infierno se acabó
ya los diablos se murieron,
ahora sí, chinita mía,
ya no nos condenaremos.” [11]
Estas canciones, con su tono burlón, narraban situaciones cotidianas y además incentivaban la creación de un ambiente festivo. Sin embargo, las autoridades las consideraban peligrosas por su potencial de perturbar las normas sociales. En el reporte del comisario de Veracruz, se mencionan específicamente a las letras como ejemplo del contenido inapropiado que acompañaba al pan de jarabe [12].
El son gatuno, aunque menos documentado, también fue objeto de censura. Su ritmo animado y letras metafóricas aludían con humor a la vida cotidiana y las conductas humanas. Un edicto de 1802, registrado en el Archivo General de la Nación, lo prohibió por ser “obsceno e inapropiado”, reflejando la preocupación de las autoridades por su popularidad en las festividades públicas [13].
Resistencia cultural
A pesar de las prohibiciones, las comunidades populares mantuvieron vivas estas expresiones culturales mediante prácticas clandestinas. Los bailes se realizaban en espacios privados o rurales, lejos de la vigilancia colonial, y sus letras y coreografías se adaptaron para evadir las represalias. Esta resiliencia demuestra que, lejos de ser erradicadas, estas manifestaciones se consolidaron como actos de resistencia cultural.
La represión también tuvo un impacto a largo plazo en la transformación de estas tradiciones. Por ejemplo, el jarabe tapatío, surgido de la fusión de varios estilos de jarabes, se convirtió en un símbolo nacional durante el siglo XIX, mostrando cómo las prácticas reprimidas pueden evolucionar para resistir y adaptarse. Este proceso no solo asegura la supervivencia de las tradiciones, sino que también reafirma su importancia como elementos de la identidad mexicana moderna [14].
La censura de los bailes populares evidenció la lucha por el control de las expresiones culturales en la Nueva España. Sin embargo, las comunidades indígenas, mestizas y afrodescendientes consiguieron preservar y transformar sus tradiciones frente a la opresión, moldeando parte de su identidad. Estos bailes, que alguna vez se consideraron “indecentes”, son ahora reconocidas como emblemas de la riqueza cultural y de la resistencia de las clases populares.
Conclusión
La prohibición de los bailes populares en el México novohispano, como el chuchumbé, el pan de jarabe y el son gatuno, fue más que una simple medida de control moral; representó un esfuerzo por parte de las autoridades coloniales para imponer un modelo cultural que limitara la identidad de las clases populares, catalogada de indecentes. Estos bailes, con sus movimientos sugestivos y letras satíricas, simbolizaban la necesidad de las comunidades indígenas, mestizas y afrodescendientes de expresarse, compartir y resistir. Su censura buscaba reprimir no solo actos considerados deshonestos, sino también por su carácter de unir a la población popular.
A lo largo del ensayo, se ha demostrado que esta represión no fue completamente efectiva; El análisis, fundamentado en el concepto de “colonización de lo imaginario” de Serge Gruzinski, ha revelado cómo las autoridades coloniales intentaron reconfigurar las prácticas culturales para alinearlas con los valores europeos. Sin embargo, los bailes continuaron practicándose en secreto, adaptándose a las restricciones y resistiendo como expresiones de identidad y desafío. Esta resistencia no solo permitió la supervivencia de las tradiciones, sino que influyó a la creación de una identidad para estas comunidades, cuyo legado se encuentra en prácticas culturales posteriores.
Finalmente, este análisis confirma la hipótesis inicial: aunque la censura buscó ejercer control sobre las prácticas culturales de las clases populares, los bailes prohibidos sobrevivieron como actos de resistencia, critica y reafirmación de su identidad. Eventualmente, estos bailes evolucionaron en distintas prácticas, tradiciones y costumbres en distintas comunidades en México.
Notas al pie de pagina
- Historiador y paleógrafo francés especializado en la historia de la colonización y las sociedades indígenas en América Latina.
- Serge Gruzinski, La colonización de lo imaginario: Sociedades indígenas y occidentalización en el México español, siglos XVI-XVIII. (México: Fondo de Cultura Económica, 1991).
- Musicólogo e historiador mexicano destacado por sus investigaciones sobre la música tradicional e histórica de México.
- Gabriel Saldívar, Historia de la Música en México (épocas precortesiana y colonial). México: Departamento de Bellas Artes, 1934, pp. 226-227.
- Ibid., pp. 257-279.
- Ibid., pp. 246-256.
- Gruzinski, La colonización de lo imaginario: Sociedades indígenas y occidentalización en el México español, siglos XVI-XVIII.
- Archivo General de la Nación (AGN en adelante), Fondo Inquisición, Volumen 1052, Expediente 21, Fojas 314-322v, 325-326v, “Informe sobre los cantos y bailes deshonestos en la Nueva Veracruz,” 1766.
- Saldívar, Historia de la Música en México (épocas precortesiana y colonial), pp. 225-226.
- AGN, Fondo Inquisición, Volumen 1178, Expediente 1, Fojas 1-23, “Informe del comisario de Veracruz sobre cantos poco honestos en bailes,” Veracruz, 1778.
- Saldívar, Historia de la Música en México (épocas precortesiana y colonial), p. 269.
- AGN, Fondo Inquisición, Vol. 1178, Exp. 1, F. 1-23.
- AGN, Fondo Inquisición, Volumen 1410, Expediente 1, Fojas 1-362, “Expediente de la Cordillera sobre el edicto del 4 de diciembre de 1802 que prohíbe el baile llamado Jarabe gatuno,” México, 1802.
- Saldívar, Historia de la Música en México (épocas precortesiana y colonial), p. 279.
Referencias
Gruzinski, Serge. La colonización de lo imaginario: Sociedades indígenas y occidentalización en el México español, siglos XVI-XVIII. Fondo de Cultura Económica, 1991.
Saldívar, Gabriel. Historia de la música en México (épocas precortesiana y colonial). Departamento de Bellas Artes, 1934.
Archivo General de la Nación. Fondo Inquisición. Unidad de instalación Volumen 1052, Expediente 21. Fojas 314-322v, 325-326v. “Informe sobre los cantos y bailes deshonestos en la Nueva Veracruz.” 1766.
Archivo General de la Nación. Fondo Inquisición. Unidad de instalación Volumen 1410, Expediente 1. Fojas 1-362. “Expediente de la Cordillera sobre el edicto del 4 de diciembre de 1802 que prohíbe el baile llamado Jarabe gatuno.” México, 1802.
Archivo General de la Nación. Fondo Inquisición. Unidad de instalación Volumen 1178, Expediente 1. Fojas 1-23. “Informe del comisario de Veracruz sobre cantos poco honestos en bailes.” Veracruz, 1778.