La Presencia del Vampiro dentro de la Medicina Europea en los Siglos XVIII y XIX

Alejandro Solís Colunga

Introducción

El vampiro [1] es una de las figuras más icónicas dentro de la cultura popular. Su difusión ha permitido que su mitología sea ampliamente conocida, pero su origen está profundamente arraigado en la realidad. Durante los siglos XVIII y XIX, las comunidades europeas veían a los vampiros como una amenaza real, lo que llevó a la creación de medidas hacia ellos y soluciones hacia los efectos negativos que traían consigo. Este miedo desencadenó una cacería por toda Europa que se caracterizó por la profanación de tumbas.

El determinar donde es que se originó la figura del vampiro siempre lleva a Serbia, lugar donde se hallan los primeros relatos de no-muertos chupasangre. El caso de Petar Blagojevic es uno de los más famosos, pero no el más antiguo, siendo este el hallazgo de un cráneo humano con un ladrillo en su boca (Figura 1) el que nos permite determinar que, por lo menos; las creencias alrededor de los vampiros datan del siglo XV. El colocar un ladrillo en la boca del fallecido era una técnica para evitar el vampirismo. Pero todo gran mito de pasado tiene una explicación lógica en el presente, y el mito del vampiro no ha sido la excepción, y sus explicaciones se han tornado más hacia la ciencia y la medicina, logrando darle explicaciones realistas a todo lo mágico que tiene detrás la leyenda del vampiro.

El problema central de este ensayo radica en la relación entre el mito del vampiro y la medicina de la época. La creencia en estas criaturas se asoció a enfermedades, pestes y desgracias, lo que generó persecuciones y prácticas para "erradicar" a los supuestos no-muertos. Las preguntas que guían esta investigación son las siguientes: ¿Qué se consideraba vampirismo en el pasado y cómo se explica en la actualidad?, ¿Cuáles eran los signos atribuidos a los vampiros y cuál es su explicación científica?, ¿Cuáles eran los remedios empleados contra los vampiros y qué papel jugaban dentro de la medicina de la época? y ¿Por qué se asociaba al vampiro con la enfermedad?

Asimismo, el objetivo de este ensayo es analizar la influencia de la creencia en vampiros en la medicina europea durante los siglos XVIII y XIX, así como evaluar el impacto de estas creencias en la comprensión de la enfermedad y la muerte. Para ello, se utilizará una metodología interdisciplinaria basada en el análisis de fuentes históricas y estudios médicos.

Se tomarán como referencia investigaciones como Vampire Forensics: Uncovering the Origins of an Enduring Legend (2010) de Mark Collins Jenkins (Figura 2), que examina la historia y origen del mito del vampiro más allá de Europa, yendo a civilizaciones antiguas como Mesopotamia y la Antigua Roma con una visión científica. Del mismo modo, se analizarán obras dentro del marco de la ficción, como el Tratado sobre los vampiros (1751) de Don Agustín Calmet, que recopilo varios casos de vampiros, y la novela Drácula de Bram Stocker (1897) en la que se expresan los estereotipos más conocidos sobre los vampiros.

Dado que el mito del vampiro se ha relacionado con enfermedades y fenómenos biológicos desconocidos en su tiempo, también se recurrirá a estudios de medicina forense y psicopatología para reinterpretar los casos de presunto vampirismo. Se busca demostrar que la figura del vampiro no solo fue una construcción cultural, sino también una forma en que las sociedades intentaban explicar lo desconocido, otorgándole un rostro a sus miedos.

Figura 1: Este cráneo del siglo XVI fue enterrado en Venecia (Italia) con un ladrillo en la boca. El ladrillo debía evitar que la persona saliera de la tumba para alimentarse de los vivos.

Figura 2: Portada del libro Vampire Forensics: Uncovering the Origins of an Enduring Legend (2010) del autor Mark Collins Jenkins.

Procesos de Descomposición y su Relación con el Vampirismo  

Pese a que se use la palabra cacería, para referirse al periodo de mayor búsqueda de vampiros durante los siglos XVIII y XIX; no se trató de una cacería como tal, debido a que no consistió en una búsqueda activa hacia ellos, de hecho, la mayoría de los relatos vampíricos consisten en la exhumación de cuerpos y la descripción de los procesos que se llevaron a cabo sobre ellos y nada más. Por lo que, queda analizar el cómo es que la gente constataba que el muerto en cuestión era, en efecto; un vampiro. Había varias formas de determinar esto, y estas están presentes en el Tratado sobre los vampiros de Don Agustín Calmet, el cual señala que:

 

“Cuando los desentierran, sus cuerpos están enteros, su sangre bermeja y fluida, y sus miembros flexibles y manejables” (Calmet, 1751) [2].

“Chupan la sangre en tan gran abundancia que a veces les sale por la boca, por la nariz y hasta por las orejas, y otras veces el cadáver nada en la sangre que llena por completo su ataúd. Y se los encuentra todavía con signos de vida, la sangre liquida” (Calmet, 1751) [2].

 

Antes de pasar con cualquier otra señal del vampirismo, es pertinente explicar estas dos cuestiones; la primera, sobre la preservación del cuerpo, se puede explicar de dos formas, la primera siendo “la momificación”, proceso que se da cuando el cuerpo está en un ambiente seco y caluroso que impide que las bacterias proliferen y provoquen la descomposición del cuerpo [3]

Si bien, en Europa el ambiente que se necesita para la momificación no está presente en todos lados, se puede plantear otra explicación siendo esta la “saponificación” este proceso requiere un ambiente frio y húmedo, en este caso los tejidos adiposos se transforman en una sustancia llamada “adipocera” formándose una capa de esta alrededor del cuerpo, esta sustancia de textura jabonosa y cerosa es también responsable de la preservación de cuerpos, dando como resultado algo similar a la momificación [4]. De esta forma se puede explicar la preservación de los cuerpos, manteniendo sus apariencias originales después de la muerte.

En cuanto a la sangre, esta puede ser preservada en un ambiente frio, durando de tres a cuatro días. Del mismo modo, los escritos hacen mención de que el cuerpo estaba manchado de esta y hasta nadando en ella, aunque esto último puede ser mera exageración [2]; esto puede llegar a explicarse con hemorragias post-mortem ocasionadas por un mal manejo del cadáver durante los ritos funerarios, otra explicación podría ser la aun abundante cantidad de enzimas anticoagulantes en el plasma del cadáver, permitiendo que la sangre brotara de la nariz y boca de manera natural.

Otra evidencia que demostraba que el cuerpo era un vampiro era la siguiente:

 

“Cuando el cazavampiros hizo clavar, según la costumbre, en el corazón una estaca muy aguda, con la que atravesaron todo el cuerpo de parte a parte, lo que le hizo dar un espantoso grito, como si estuviese aún con vida” (Calmet, 1751) [2].

 

Esto puede ser fácilmente explicado mediante la ciencia; despues de 5 dias de muerto, los gases del cuerpo empiezan a acumularse, puede que por la autofagia celular como de la falta de equilibrio bacteriano dentro del microbioma; a este estado se le llama “hinchado” debido a que el cuerpo adopta esta apariencia [8], bueno, el supuesto grito puede ser resultado de estos gases al hacer expulsados violentamente del cuerpo o de los pulmones al momento en el que clavaban la estaca, como si se tratase de un globo; así emitiendo un ruido que sería considerado el grito del vampiro.

Psicopatología y Vampirismo Clínico

En este sentido, toda la evidencia que demostraba que alguien era un vampiro solo se trataba de procesos naturales de la descomposición de un cuerpo. Ahora, dejando atrás el aspecto más físico de los vampiros, es pertinente analizar lo que se le conoce como “vampirismo clínico” una condición psicopatológica que recibe su nombre por razones un tanto obvias, siendo que lo único que tiene en común con la ficción es su relación con la sangre. 

El vampirismo clínico consiste en una parafilia o psicosis sexual en la que la sangre motiva al paciente a cumplir sus fantasías, estas rondan entre necrofagia, necrofilia, hematofagia, canibalismo o actos sadomasoquistas consigo mismo o hacia un segundo, siendo más común la última. El termino nació debido a casos que trataban las fantasías anteriormente mencionadas, las cuales eran atribuidas a licántropos o vampiros [5].

Este fue presentado a la comunidad científica en el año 1980 por el psiquiatra y criminólogo Herschel Prins. Prins presentaba al vampirismo clínico como un cuadro específico del fetichismo sexual vinculado a la sangre que reuniría una serie de características muy concretas y perfectamente identificables cuando se presentaban (Fernández, Muñoz. 2022) [5].

La mención de esta parafilia o psicosis sexual relacionada con la sangre en este trabajo se debe a que se tiene constancia de estos fetiches sexuales desde, por lo menos 1700, siendo el mismo Marqués de Sade quien presentaba estos padecimientos, experimentando de una “embriaguez” o “exaltación” con la sangre, necesitándola ver cuando estaba en pleno acto, como es mencionado en uno de sus escritos:

 

Apenas me hallo en la posición deseada, el conde se acerca a mí, lanceta en mano; apenas respiraba; sus ojos brillaban, su rostro inspiraba miedo; vendó mis brazos y, en un abrir y cerrar de ojos, los pinchó. Apenas ve la sangre lanza un grito acompañado de dos o tres blasfemias y va a sentarse frente a mí, a seis pies de distancia. El ligero vestido que lo cubre es pronto desabrochado, Zéphire se arrodilla entre sus dos piernas y le chupa, Narcisse, con los pies sobre el sillón de su amo, ofrece a éste, para que lo chupe. Mi sangre escapaba a chorros y caía sobre dos blancas escudillas colocadas debajo de mis brazos. Cada vez me sentía más débil.

- ¡Señor, señor! -gritaba-. Tenga piedad de mí; voy a desmayarme.

Y me tambaleaba; sostenida por las cintas, no pude caer; pero al mover los brazos y la cabeza sobre la espalda, mi rostro se inundó de sangre. El conde estaba en plena embriaguez… Sin embargo, no me di cuenta del final de su operación: me desvanecí antes de que terminara; ¿tal vez el éxtasis supremo del conde debía llegar al verme en aquel estado, quizá dependía de aquel cuadro de muerte? (Sade, 1976, pp. 231-232) [6].

 

Las personas tenían diferentes remedios y formas de afrontar a los vampiros. Estos eran culpados de las enfermedades que padecía alguien o las pestes que azotaban una comunidad, por ende, estos “remedios caseros” eran más una forma de eliminar la maldición del vampiro, más que una manera de enfrentarlo. 

Lo más común era alterar el cuerpo del difunto antes de que este fuese enterrado, en estos casos le ponían un ladrillo en la boca, removían sus dientes, encajaban en el suelo con estacas, o también estas alteraciones podían ser exhumando el cuerpo, cuando no se sospechaba con anterioridad que el difunto volvería como vampiro, colocando en la boca del cuerpo tierra, piedras o monedas (Rohrs. 1679 ) [7]. También estaba el método que consistía en que el afectado o víctima del vampiro tenía que ingerir un brebaje o consumir un alimento en el cual se utilizaran las cenizas de alguna parte del cuerpo del vampiro, esto curando a la victima de cualquier enfermedad que este padeciendo a causa del monstruo. 

Conclusión

El análisis de la relación entre el mito del vampiro y la medicina europea en los siglos XVIII y XIX demuestra que la creencia en estas criaturas fue una respuesta a la falta de conocimiento sobre procesos biológicos y enfermedades. La interpretación errónea de signos post mortem, como la saponificación cadavérica y la momificación espontánea, reforzó la idea de que algunos muertos regresaban a la vida, alimentando la caza de vampiros en diversas comunidades.

En definitiva, el mito del vampiro no solo responde a un temor primitivo a la muerte y la enfermedad, sino también a la necesidad humana de encontrar explicaciones a fenómenos incomprendidos en su tiempo. A medida que la ciencia avanzó, muchas de estas creencias fueron desmentidas, pero su impacto en la cultura popular y en la historia de la medicina sigue siendo un tema de interés académico y social.

Referencias

 

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